Todos los años miles y miles de adolescentes de todas las clases sociales y de todos los países huyen de sus hogares, en la mayor parte de los casos sin rumbo fijo. Los motivos: inadaptación, sed de aventura, deseo de escapar de unas normas que consideran demasiado rígidas y convencionales, voluntad de afirmarse y de ser ellos mismos o, más dramático, el intento consciente de abandonar unos hogares deshechos, donde nada reciben y donde nada pueden dar. Estas y otras son las razones que más a menudo se manifiestan y frente a las cuales, en numerosas ocasiones, ni padres ni educa¬dores tienen argumentos demasiado válidos que oponer. Esta es la historia de Dawn, una adoles¬cente de quince años que abandona su hogar rumbo a la aventura. ¿Qué deja detrás? A un padre que nunca conoció y a una madre que trata de llenar su soledad y su vacío con fáciles aventuras y su diaria ración de alcohol. ¿Qué le espera hacia delante? Nada, la soledad, el riesgo, tal vez la pobreza y el hambre. Sin embargo Dawn pre¬fiere la huida hacia lo desconocido que su sórdido vivir cotidiano. Entonces se dirige a Hollywood, la capital de los sueños, la ciudad del éxito, pero también, para los que no triunfan, del más abrumador fracaso. Allí poco a poco irá bajando los peldaños de la degradación. Sin trabajo, sin dinero, caerá en manos de una prostituta negra y de Frankie Lee, un miserable cuyo único oficio es traficar con cuerpos, sin importarle llegar a la tortura, el chantaje o el asesinato. Sólo la amistad y la ayuda de Alex, un joven que vive de acostarse con viejos homosexuales, dará una mínima luz y una temblorosa esperanza a su vida. Por fin, un día, vencida física y moralmente, decidirá regresar a su hogar, donde al menos, y con todos sus defectos, alguien la espera. Ahora sabe cual es el duro precio que hay que pagar por la libertad. Ha empezado a vivir.
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