El texto no es un simple objeto que una disciplina positiva podría a anexar. Como la textualidad da cuerpo y corpus al pensamiento, se recomienda una reflexión filosófica en el plano de lo originario como -hasta hace poco- se instalaban en posición fundamental la historia, la alteridad y el trabajo. El texto no sería sino "un miserable montoncito de hojas sin vida, de no ser por el gran movimiento que a veces se posesiona de ellos" (Sartre). Puesto que tal movimiento no carece de estructura, la antigua oposición entre génesis y estructura es superable. Lo que el lector debe imperativamente aprehender es ante todo una estructura dinámica y singularizarte: ¿adónde va el poema? y, nuevamente, ¿adónde va el filosofema? La mayoría de los autores incluye- el texto poético en el vecindario de la mística o de la filosofia. Ampliaremos ese juego estructural. Un solo tipo de textos no tiene a cargo transformar el pensamiento del pensamiento. Es responsabilidad del filósofo practicar una interrogación última que pertenece tanto al desafío del teologumena o del "teorema" como al del poema. ¿Qué comparamos cuando confrontamos a un filósofo como Nietzsche y a un novelista como Mishima? La diferencia textológica de las obras se arraiga en la diferencia erotética (Littré:"que concierne a la interrogación") de su relación con lo desconocido. Algunos rasgos diferenciales recomiendan la apertura de una inquietud comparatista en una textología comparada. Hemos puesto la textualidad delante de la filosofía no sin que la filosofía misma haya sido puesta d la textualidad.
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