viernes, 9 de noviembre de 2012

Sin tetas no hay paraíso - Gustavo Bolívar Moreno

A los trece años, Catalina se dio cuenta de que la prosperidad de las niñas de su barrio dependía del tamaño de sus tetas. Quienes las tenían pequeñas, como ella, habían de resignarse a vivir en medio de las necesidades y a trabajar como meseras en algún restaurante mediocre. Por su parte, quienes tenían las tetas grandes, como Yésica o Paola, se paseaban por la vida en lujosas camionetas, presumiendo su existencia y haciendo que las otras chicas agonizaran de envidia.Fue por esto que Catalina se propuso, como única meta en la vida, conseguir, a como diera lugar, el dinero necesario para implantarse un par de tetas de silicona que no cupieran en las manos abiertas de ningún, hombre. Pero nunca pensó que, contrario a lo que ella creía, sus prótesis no serían el cielo de su felicidad ni el instrumento de su enriquecimiento sino su tragedia personal y su infierno más íntimo. Poco a poco, Catalina irá cayendo en el sórdido y peligroso mundo del narcotráfico, el crimen y la prostitución.

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