miércoles, 28 de noviembre de 2012

El rompecabezas de la sexualidad - José Antonio Marina


 
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El sexo da mucho que pensar. La sexualidad no sólo rompe cabezas, sino también corazones. Sobre un humilde hecho biológico —el sexo— hemos construido un gigantesco mundo simbólico —la sexualidad—. La inteligencia transfigura la biología en cultura. Es un tránsito que comienza en la fisiología, atraviesa los tupidos campos de la religión, la psicología, la economía, la política, para llegar a la ética. Y en cada uno de esos territorios a la sexualidad se le adhieren significados nuevos, como a los que atraviesan la selva se les pegan lianas, flores y algunos escarabajos. Al final los significados son tantos que corremos el riesgo de perder el referente. Las noticias sobre la sexualidad parecen partes de guerra. «Las relaciones personales se han ido transformando en un combate continuo», dice un conocido sociólogo. «El amor se hace más necesario que nunca y, al mismo tiempo, imposible», afirma otro. Se teme que el enfrentamiento entre los géneros se endurezca. Las consultas de los sexólogos rebosan. Aumenta el número de personas que viven voluntariamente solas. Da la impresión de que hombres y mujeres no saben qué sentir ni qué hacer. La liberación de las morales va acompañada por una sumisión a las psicoterapias. Las discriminaciones no acaban de desaparecer. Cunde el pesimismo sobre la posibilidad de entenderse. «Y del confín del sexo llegan viejas demandas, Contra lo oscuro fracasa el Yo», escribió Rilke. Al autor de este libro le cuesta trabajo aceptar que el destino esté en manos de una inteligencia fracasada, y desea colaborar en la construcción de una inteligencia triunfante. Por eso, ha escrito un Manifiesto para una segunda liberación sexual. ¿No resulta un propósito anacrónico a estas alturas? ¿No es esta liberación una conquista ya lograda? Al parecer no. La revolución sexual sirvió para quitarnos de encima supersticiones, injusticias y culpabilidades. Instauró una sexualidad desvinculada, que produjo un intenso y breve sentimiento de euforia. Nos protegimos del misterio del sexo con la trivialización. Pero no podemos estar siempre haciendo esquí sexual sobre la piel del otro. Hemos conseguido un sexo divertido y ahora nos gustaría inventar una sexualidad feliz. Del sexo ingenioso desearíamos pasar a la gran creación afectiva. Desde el tiempo de los antiguos griegos, al saber práctico que trata de la felicidad lo denominamos ética. ¿Es posible una ética sexual, es decir, un saber práctico sobre la felicidad sexual? De todo esto trata este libro extraordinario: El rompecabezas de la sexualidad.

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