Famoso como filólogo, erudito, teórico y ensayista, Umberto Eco se decidió a escribir su primera novela cuando ya contaba con casi sesenta años. El semiólogo italiano dice haber descubierto, en edad madura, que hay algo sobre lo cual no se puede teorizar, sólo queda la posibilidad de narrarlo. El nombre de la rosa se convirtió en un éxito de ventas, algo sorprendente si se considera la dificultad intrínseca de una novela en la cual hay párrafos intercalados del latín, y en donde se explora la complejidad del pensamiento de la Europa medieval.La historia que se nos cuenta a los lectores de El nombre de la rosa combina elementos de la novela gótica, la crónica medieval, el relato ideológico en clave y la novela policial. Al libro de Eco se lo podría clasificar como “policial culto”, un género selecto en el cual no demasiados autores se han atrevido a incursionar. En efecto, hay aquí un detective –el fraile franciscano Guillermo de Baskerville-, hay un ayudante que oficia de narrador testigo de los acontecimientos –Adso de Melk, el joven discípulo de Guillermo-, y hay crímenes. Pero para descubrir al autor de los mismos, su móvil y su mecanismo, Guillermo de Baskerville deberá internarse sobre profundas cuestiones que hacen al pensamiento medieval.Eco va poniendo delante de los lectores, junto con los entretelones del crimen, una descripción pormenorizada de la vida en un monasterio del siglo XIV, detalles acerca de la política eclesiástica de la época, las peleas entre distintas facciones de la Iglesia (en algunos casos llevadas hasta las últimas consecuencias) y un puñado de personajes inolvidables. Cabe destacar la adaptación al cine de 1986, bajo la dirección de Jean-Jacques Annaud y protagonizada por un impecable Sean Connery en el papel de Guillermo de Baskerville, y un exacto Christian Slater como Adso.
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