Cinco segundos antes, Mason Dillinger habría jurado que no le podía pasar a él... que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado.
El olor de la dulce y humana Torry Watson desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan. Además, el licántropo asesino al que estaba siguiendo había captado su atracción y había puesto los ojos en Torry.
Obligado a mantenerla a salvo del asesino, que ya era una amenaza grave para el clan, Mason se enfrentaba a un reto mayúsculo. ¿Tendría el valor de cruzar la línea y ofrecer a Torry el pacto de sangre que la haría suya para siempre, una deslealtad a la que pocos de su especie sobrevivían? ¿O estaría condenado a una vida sin amor?
Al volver al hogar, Jeremy Burns comprendió que toda su existencia había sido una farsa... como si mandar al infierno a otro licántropo asesino fuera la misión de su vida. Pero al volver a ver a Jillian Murphy después de diez años, Jeremy supo que ya no podría olvidar lo mucho que la deseaba. La bruja del clan de los Crestas Plateadas le pertenecía por derecho; pero el destino y el miedo se habían confabulado contra los dos en su juventud y habían expulsado al cazador de su hogar. Jeremy y Jillian tendrían que unir fuerzas para enfrentarse al enemigo que amenazaba con destruir la estabilidad del clan. Y cuando lo consiguieran, Jeremy
no volvería a negarse lo que más deseaba en el mundo: a Jillian.
Ella le pertenecía. Y, esta vez, se aseguraría de que lo supiera.
La misión de Brody Carter no iba a resultar fácil... con cualquier otra mujer lo habría sido, pero no con Michaela Doucet. Aunque apenas conocía a la provocativa bruja cajún, su bello rostro ya lo perseguía en sueños. Brody sabía que las mujeres como Michaela nunca se interesaban por tipos como él, llenos de cicatrices y tan amargados que les daba igual lo que el mundo pensara de ellos; pero eso carecía de importancia, porque ahora debía protegerla de los licántropos que la querían ver muerta. Aunque aquella decisión le cambiara la vida. Aunque fuera una locura. Brody no tenía elección. Nunca la había tenido.
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