Kate Campbell pertenece a uno de los clanes más antiguos y poderosos de Escocia. A su padre lo mató un MacGregor cuando ella y su hermano eran pequeños. Su tío no se ocupó demasiado de su educación, pero ahora que es una atractiva joven reaparece y la acosa; ella intuye su crueldad, conoce su carácter violento y sabe que no será fácil eludirlo. Su castillo es atacado y se suma a la sangrienta lucha… cuando sus fuerzas la abandonan, irrumpe un guerrero desconocido que la protege al verla herida y en peligro. En un arrebato vehemente, la sube a su caballo y se aleja del lugar. Kate pronto descubre que su salvador es el enemigo más odiado de su clan: Callum MacGregor, el hombre conocido por todos como el Diablo, tal vez quien mató a su padre. Pero, no puede ignorar el estremecimiento que le produce el contacto con su cuerpo o la manera ardiente con que él la mira y le quita el aliento. Callum MacGregor hipnotizado por el espíritu rebelde y la belleza de Kate, desea tenerla a su lado, y se la lleva prisionera con la excusa de pedir un rescate. Cuando sus dedos se deslizan por las sensuales curvas de la joven acurrucada junto a él en su caballo y percibe el aroma de su revoltosa cabellera, descubre que es el enemigo más peligroso de todos los que ha combatido. Callum intenta ignorar lo que siente y se promete no enamorarse de ella, ya que eso significaría una traición a su clan. Sin embargo, le será imposible resistirse al destino y al ardor e inocencia de esa muchacha que a él, al Diablo, le devuelve las ganas de amar.
Diestra con la espada y de ágil ingenio, la rebelde escocesa Claire Stuart no puede ser domada. Y nada puede impedirle rescatar a su querida hermana y salvarse ambas de un matrimonio concertado, ni siquiera el apuesto highlander que jura proteger a Claire. Su ardiente mirada y sus apasionados besos la llevan al borde de la rendición, pero ella no pertenece a ningún hombre... Graham Grant tiene a todas las muchachas que puede desear. Pero jamás ha conocido a ninguna tan terca o bonita como Claire... ni a ninguna con unos planes tan desesperados y peligrosos. Al prestarle su ayuda podría traicionar su propio honor, su país y algo mucho más importante. Graham no puede reclamarla. Pero todo su ser le dice a gritos: tómala, hazla tuya, instrúyela en el placer y jamás la dejes ir.
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